martes, 31 de marzo de 2015
Narrativas digitales: transformaciones en el proceso creativo, la textualidad y la participación del lector−usuario, a partir de medios digitales.
Todo indica que la hegemonía del libro
impreso se acerca a su fin y que los lectores del futuro cercano leerán, cada
vez más, en dispositivos electrónicos. Pero, ¿qué
implicaciones –y de qué tipo− conlleva esta mutación? Si el desarrollo cultural
y social continúa por el sendero actual, esta plataforma transformará dos
elementos hermanados: se crearán nuevos esquemas de lectura y habrá cambios
fundamentales en la senda creativa. Las consecuencias serán múltiples y los
modos de afectación, diversos.
Los avances
vertiginosos en la exploración de diversos soportes como parte de las
indagaciones de la textualidad contemporánea, así como la re concepción tanto
del autor como del lector, generan una prospectiva muy interesante para la
creación y el estudio de la narrativa digital y sus posibilidades.
No creo que
la novela vaya a desaparecer ni que el libro en soporte papel esté en proceso
de extinción, creo que el soporte digital y las transformaciones
socioculturales que ello conlleva pueden dar pie a la conformación de nuevos
géneros literarios y nuevos procesos creativos y lectivos, como ocurrió con la
imprenta.
Además, las
posibilidades que el soporte genera me parecen apasionantes: las
transformaciones en el proceso creativo (tema que desarrollé en mi tesis de
maestría: Creación y escritura en Farabeuf de Salvador Elizondo http://neotipo.blogspot.mx/2014/03/creacion-y-escritura-en-farabeuf-de_4.html) y en el
proceso de interpretación, al transformar al lector en un co−creador, son radicales
en sí por sus implicaciones. Por primera vez, la plataforma permite que se modifique
la obra, no sólo se interprete. Este detalle, y los avances en el soporte,
hacen que todo se transforme, el proceso creativo, la relación del autor con la
obra, el acercamiento del usuario y, ante todo, la obra, sin un punto final que
la clausure.
Ello viene
de la mano de los cambios socioculturales que conlleva el arte digital. Como
aclara Naief Yehya en El cuerpo
transformado, “es importante señalar que la tecnología, al igual que el
arte, es un reflejo de la sociedad que la produce” (Yehya, 2001: 14); para
entender las transformaciones artísticas primero hay que comprender los cambios
sociales y culturales que hay detrás de ellas.
Hoy vivimos
un cambio de paradigma, un giro cultural. Tal vez desde hace quinientos años no
había uno similar. Sé que es una aseveración demasiado arriesgada. Hasta hace
tres años yo creía que esta idea reflejaba únicamente la nece(si)dad que
tenemos los humanos de pertenecer a una época memorable. No obstante, ahora
creo que sí nos encontramos en una época de grandes cambios que es preciso
analizar. En este protocolo no es posible ahondar en todas las transformaciones
que han tenido lugar en los últimos años, aunque sí lo analizaré en la tesis
doctoral. Ejemplifico esto de forma breve con uno de los temas más importantes
de las concepciones humanas: el tiempo.
Partamos de las transformaciones vitales para entender las
ontológicas. En su libro Pulgarcita, el
mundo cambió tanto que los jóvenes deben reinventar todo…, el filósofo
francés Michel Serres plantea la divergencia que existe entre las generaciones
actuales y sus progenitores: “Aquí su esperanza de vida llega hasta los 80
años. El día de su casamiento, sus bisabuelos se habían jurado fidelidad por
apenas una década. Si él o ella viven juntos, ¿jurarán lo mismo por 65 años?
Sus padres heredaron alrededor de los 30, ellos esperarán a la vejez para
recibir ese legado. Ya no conocen las mismas edades, ni el mismo matrimonio, ni
la misma transmisión de bienes.” (Serres, 2013:16). Aunque cada vez tenemos más
tiempo de vida, nunca habíamos vivido con tanta celeridad. Ello impacta a la
narrativa, pues la monotonía de la linealidad no satisface, se busca la vida
sinfónica, la multiplicidad y la simultaneidad.
En la
correspondencia a Louis Collet, Gustave Flaubert declara que el tiempo se mide
en lo que tardaba en llegar su carta, en una idea poética que no sólo nos habla
de la impaciencia de los amantes sino de una concepción temporal que nos parece
lejana, nostálgica. En 150 años, el concepto del tiempo se ha resquebrajado y
sólo nos lleva a preguntarnos, ¿cuánto tiempo tarda en llegar un whatsapp?
En el siglo
XX, el tiempo sufrió transformaciones radicales. Antes, se conceptualizaban
sólo dos temporalidades: el tiempo sagrado, divino, y el profano, humano e
histórico, sin ruptura, monótono, que “se desdobla en pasado, presente y
futuro, tiene un principio y un fin, es único e irreversible. El tiempo
histórico atiende no a lo que tiene en común con el pasado sino a lo que tiene
de nuevo y diferente cada momento.” (Marcos, 1992: 197).
En el siglo pasado, esta concepción se fragmenta, primero con
la la teoría
relativista de Albert Einstein y después con la idea de que el tiempo es una
concepción interna –idea que se puede rastrear desde San Agustín pues “en ti,
espíritu mío, es donde mido los tiempos” (Agustín, 1999: 202); fragmentación
mental en una distensión de un presente simultáneo que une al presente−pasado,
la memoria; el presente−presente, la visión; y el presente−futuro, la espera−
que llega a un punto máxime con Henri Bergson quien parte de que se tiene que
experimentar el transcurrir desde una visión finita, transitoria, que se
conforma en cuanto se recuerda, donde el futuro y el pasado están en el ser, y
el mundo en presente; eso genera que el tiempo transcurrido se pueda
representar, pues a su paso inventa y clausura. “¿Qué es lo que existe, de la
duración, fuera de nosotros? El presente o, si se prefiere, la simultaneidad.
Sin duda las cosas exteriores cambian, pero sus momentos no se suceden sino
para una conciencia que los recuerda.” (Bergson, 1963: 212). La simultaneidad
del tiempo se crea en la memoria. La gente habitó una relativización
interiorista durante gran parte del siglo XX, hasta que, con la digitalización
de la realidad, se empezó a buscar la simultaneidad absoluta.
Esta noción sinfónica de la temporalidad se basa en que se “presentan al espíritu una multitud de ideas
simultáneas, en sucesión tan rápida que parecen simultáneas, y hacen flotar el
espíritu en tal abundancia de pensamientos o de imágenes y sensaciones
espirituales, que éste no es capaz de abarcarlos todos y cada uno plenamente, o
no tiene tiempo de permanecer ocioso y privado de sensaciones.” (Calvino, 1998: 55) La
diferencia es que, contrario a lo que creía Italo Calvino, a partir de la
multimodalidad la gente sí es capaz de abarcarlos todos y cada uno.
Uno de los elementos
temporales que las herramientas digitales generan es la idea electrónica de la
omnipresencia. Esta
transformación, a su vez, acarrea cambios físicos, emocionales y narrativos. Ahora,
la gente contesta el celular, escucha el radio, envía un correo, maneja y a la
vez piensa en todos los pendientes que debe resolver, pues asegura que no tiene
tiempo para cumplir con todas las tareas.
En la lectura esta transformación es sustancial. En la generación digital o
hipermoderna, el lector no tiene un papel pasivo. Coexisten
muchos planos de lectura, se mezclan muchos estímulos: mientras las palabras
brincan en el monitor, la música esté a todo volumen, en otra página el sitio
de algún centro informativo y, por qué no, abajo, titilante, tenemos la
conversación de mensajería instantánea con algún amigo o pareja. Todo a la vez
que lee el Primero sueño, la obra de
Kierkegaard o de Pascal Quignard.
Esta
idea puede sonar abrumadora y lo es para el cerebro, como especifica el
neurocientífico Daniel J. Levitin en The
Organized Mind: Thinking Straight in the Age of Information Overload, pero
este es el nuevo lector y el nuevo
ser que habita una realidad diferente o, más bien, navega por la red en busca
de estímulos simultáneos, de habitar dos realidades temporales, encarnando las
palabras de José Gorostiza, quien en Muerte
sin fin escribe: “Hubo dos tiempos en mi tiempo” (Gorostiza, 1996: 186).
Ahora, habitan tantos tiempos en este tiempo, que habitar sólo una realidad es
insuficiente.
Con lo digital, la multiplicidad temporal va más allá.
En el siglo XXI, el tiempo no se detiene en un instante ni se relativiza sino
que se crea una transformación tangencial al vincular, de forma simultánea,
contextos y tiempos, más bien, la nueva temporalidad es un palimpsesto de
realidades.
La forma de nombrar una realidad simultánea es a
partir de un palimpsesto. Ésa es precisamente una de las técnicas hiperdigitales
más llamativas, donde el texto se escribe y sobre escribe en una extensa cadena
de autoría y de significación. Si antes así se configuraban los textos con la
oralidad, en digital las escrituras son múltiples e inmediatas, contienen
variaciones multimediales y senderos de lectura que afectan la interpretación
del texto en cada lector. Como dicta Jorge Luis Borges en “La memoria de
Shakespeare”: “el cerebro del hombre es un palimpsesto. Cada nueva escritura
cubre la escritura anterior y es cubierta por la que sigue, pero la
todopoderosa memoria puede exhumar cualquier impresión, por momentánea que haya
sido, si le dan el estímulo suficiente.” (Borges, 1993: 304)
Como pretendo analizar con profundidad en la tesis
doctoral, la búsqueda de la simultaneidad es un mecanismo narrativo que se utilizó
mucho en el siglo XX. Esto se concreta de manera muy especial en la literatura
digital, donde los mecanismos de apropiación por parte del lector−usuario son
sinfónicos no lineales.
La simultaneidad, como la fragmentación del texto para que el lector decida
su lectura, no es un mecanismo nuevo en la literatura.
Hay célebres obras que buscan romper con la inalterabilidad de la obra “completa y
cerrada en su perfección de organismo perfectamente calibrado" (Eco, 1990:
7). Clara muestra se ve en la poesía francesa con Cent mille milliards de poèmes de
Raymond Quenau, miembro del Oulipo, quien conformó diez sonetos de catorce
versos que pueden ser acomodados según la voluntad del lector. Recitar todas
las combinaciones requeriría cerca de 200 años. Esta obra se publicó en 1961,
así que nadie ha comprobado esta teoría. En narrativa, tanto Rayuela de Julio Cortázar como L’amour absolu de Alfred Jarry contienen
múltiples lecturas que transforman la historia dependiendo de su lectura. La
diferencia es que ahora, con las posibilidades de los soportes digitales, una
obra puede ser leída de formas “infinitas”, lo cual concreta la novela absoluta
que ambicionaba Novalis; la literatura digital maximiza sus alcances.
Partiendo
de estos principios, en un experimento que realicé el año pasado con un
programador computacional, desarrollamos la idea de un relato, a partir de
fragmentos literarios y a través del uso de un algoritmo genético, para que los
usuarios pudieran determinar cuál es la versión óptima. De esta forma, buscamos
pasar de la imposición lineal de la lectura a un proceso de recepción
participativo con el apoyo de los sistemas computacionales.
En
este texto hiperdigital los fragmentos son intercalados y estudiados a partir
de algoritmos evolutivos, herramientas computacionales que buscan resolver
problemas de optimización a través de mecanismos similares a los que se
encuentran en el proceso de la evolución biológica (utilizan los conceptos de
herencia, selección natural, mutación y recombinación genética, entre otros)
para generar diferentes soluciones a problemas con un espacio de búsqueda
demasiado amplio para explorar exhaustivamente. Los algoritmos genéticos
pertenecen a esta rama y requieren de dos cuestiones fundamentales: una
representación genética de las soluciones posibles y una manera de evaluar su
optimización. A partir de esto, el mecanismo busca generar mejores soluciones
en cada iteración de su funcionamiento.
Sé
que la interacción de una computadora para definir las variables de un texto no
es algo novedoso. En el ensayo de 1967, Cibernética
y fantasmas. Apuntes sobre la narrativa como proceso combinatorio, Italo
Calvino propone que el autor literario puede ser eliminado como sujeto y reducido
a una serie de funciones que realizaría una máquina programada con un efecto
combinatorio del lenguaje. Tampoco es reciente la idea de que los lectores
conformen la narración. Las wikinovelas se estructuran en torno a que un
escritor propone un argumento o un primer capítulo y miles de manos desarrollan
los siguientes. Esta mezcla de novela a varias manos y cadáver exquisito, tuvo
una repercusión mayor cuando el novelista estadounidense John Updike, a
petición de Amazon.com, escribió en la red el inicio y el final de Murder Makes the Magazine, los lectores
la coescribieron durante un mes. O la wikinovela Hundred Penguins, donde la editorial homónima permitió que miles de
lectores escribieran −únicamente 250 caracteres por persona−, editaran y
conformaran una novela monumental; la idea se desgajó en más de 50 personajes y
varias novelas entrelazadas. Es importante hablar también de FanFiction, donde
los lectores retoman elementos de historias preestablecidas para generar sus
propios relatos. Aún así, esto fue sólo el inicio. En los últimos diez años,
las transformaciones creativas a partir de internet han tenido avances
acelerados.
En
nuestro experimento digital, el estatuto era muy simple, empezamos con 16
autores y 96 bloques capitulares de diferentes géneros y formatos, que los
usuarios pueden calificar para determinar la versión óptima; así como
participar con textos propios que entrarían al conjunto de elecciones.
Los fragmentos varían en torno a una historia seccionada donde cada
elemento adicional cambia la noción total. La estrategia no es dividir la trama
sino desarticularla en pasajes que varían en estilo y en
dimensión; algunos se despliegan por varias páginas; otros se acercan el
aforismo o la novela gráfica, un género que ha transformado a las historietas
en un arte narrativo.
Inicialmente,
bajo esta configuración existe la posibilidad de obtener cerca de cuatro mil
millones de posibles combinaciones[1], cada una de las cuáles
representa una lectura posible. Conforme haya más lectores que funjan como
co-creadores las posibilidades combinatorias aumentan. La finalidad es que ellos
elijan los relatos que consideren mejores y al final se obtienen los resultados
óptimos de este sistema dinámico de hiperliteratura.
Este
es un breve ejemplo de lo que la literatura digital puede conformar. Para el
doctorado, a la par de la investigación académica, propongo el estudio del
proceso creativo y lectivo de un Neotipo[2].
El tema del proceso creativo me es
cercano. En la tesis de maestría analicé Farabeuf
de Salvador Elizondo en la misma senda que Roland Barthes trazó: “En síntesis
asumiré (a titulo provisorio, iniciático) una distinción entre: 1) querer saber
cómo se hace en sí¸ según una esencia
de conocimiento (=Ciencia); 2) y querer saber cómo se hace para rehacerla, para
hacer algo del mismo orden (=Técnica).” (Barthes, 2005: 48) Estudié la obra no
desde el texto en sí mismo sino como creación actualizada en escritura. En el
doctorado, me interesa estudiar el proceso de creación en un sentido mucho más
amplio y en un formato diferente, el digital. Esta es una tarea en la que estoy
inmerso desde 2012, prueba de ello es que en las conclusiones de mi tesis de
maestría apunté lo siguiente:
En esta tesis me adentré en las
dos etapas del proceso creativo que desarrolla Mario Vargas Llosa y las dividí
en cinco, creo que esta segmentación las hace aprehensibles y el proceso de
gestión de la obra se demarca con facilidad. Las fases que propongo son: el impulso, las
causas que llevan al escritor a suplantar su realidad con palabras; la
gestación, la forma en que un detonante se materializa en obsesión y origina la
idea que se plasmará en escrito; la conformación de la trama, el soporte en el
que se desarrollan la historia y los personajes; la construcción, la manera en
que el escritor estructura los materiales, y la escritura. La lectura sería una
sexta fase si, amerita una investigación más seria, muta el lector en nuevo
creador, lo que creo ocurrirá ante la conformación de un nuevo género
hipertextual. (Núñez,
2013: 99)
Años
después, creo que en la literatura digital el proceso creativo es diferente al
de la literatura de lectura lineal, sin importar el soporte, pues transforma la
idea del autor y del lector, temas fundamentales que analizaré a profundidad, y
que además existe una reconceptualización narrativa y artística de la obra
misma.
En
la tesis doctoral pretendo analizar la forma en la que en la literatura digital
transforma el orden, que sí altera el producto, del proceso creativo. Por ejemplificar, al ser un soporte no lineal
y multitextual (en el sentido que utiliza Roland Barthes, de que un texto es
cualquier código a descifrar), el primer punto que el autor debe esclarecer es
la estructura y no la trama, como sucede en el lineal.
Al ser
multitextual, la forma en la que se divide el discurso es la microestructura
(lo que se encuentra en la diégesis, lo que se cuenta), la macroestructura (los
elementos que están fuera de la narración, la arquitectura de la obra) y los
niveles narrativos (elementos multimediales que se acomodan de acuerdo a las
necesidades de la obra). Cada cambio altera la obra en circunstancias diversas,
confirmando lo que Iuri Lotman determina: “la esencia del
proceso de generación no está sólo en el despliegue de las estructuras, sino
también, en considerable medida, en su interacción.” (Lotman, 1990: 56)
En
el soporte papel, las historias divididas en estructura imbricada parten de la
función explicativa, en el sentido que utiliza Luz Aurora Pimentel (Pimentel,
1998: 46), donde los personajes exponen, por medio de analepsis, elementos
concordantes con la historia. En la textualidad digital, la multiplicidad de
variantes posibles, más que deformar, aumentan la idea totalizadora. Ello
genera dos posibilidades: la infinitud de caminos divergentes que el lector
transita y elige o la variabilidad para generar un principio de incertidumbre
sobre el texto y sus actores.
Si
la imprenta dio pie a la novela –la extensión y la relación con el lector sólo
se puede dar con lectura impresa no con oralidad− los soportes digitales
permiten crear un nuevo género multidisciplinario.
Con las
implementaciones tecnológicas se generan nuevas materias estéticas. En la
actualidad, el soporte hipertextual permite conformar una nueva disciplina
artística que une diversas ramas del arte y elementos multimedia –videos,
audio, textos literarios e informativos, imágenes e hipervínculos a otras plataformas
como videojuegos, chats, redes sociales, uso de micrófono, cámara, giroscopio, GPS,
elementos que interactúen con la pantalla táctil y vínculos metatextuales,
entre otros− en torno de una narración. Esto lo pretendo analizar como una de las
fases creativas digitales, con sus mutaciones e implicaciones teóricas, eje que
no existe en la narrativa lineal.
En el proceso creativo
digital, las fases están estructuradas en los siguientes elementos: idea,
estructura, historia, con escisión de personajes protagónicos (transformación
fundamental que permite al usuario ser partícipe de la obra y concretar una
simulación de experiencia, no de realidad como en la novela, lo que fomenta su
participación activa) estilo, escritura, concreción de herramientas digitales, corrección,
publicación primigenia, lectura, reescritura, corrección externa, reescritura…
Esto tiene lugar de una forma no cíclica, sino se llega al punto que Borges
añoraba, la lectura como laberinto, con innumerables caminos cargados de significantes.
Para
realizar este estudio, planteo generar un neotipo y analizar los procesos que
se deriven de su lectura. Me parece que metodológicamente resulta interesante crear
un ejemplo para analizar, además de partir de otros establecidos en la red, ya
que ello me permitiría tener un análisis más puntual de las modalidades y
repercusiones del texto. Además, como aclara Blanchot, “la tarea del artista es
indagar en la profundidad abierta del poema, lo que lo origina, el extraño
movimiento que va de la obra hacia el origen de la obra, la obra misma
convertida en la inquieta e infinita búsqueda de su fuente: una mirada sobre sí
misma”. (Blanchot apud Cuevas, 2004:
165)
Después
de analizar el proceso creativo primigenio, me abocaré al punto medular, que no
analicé en mi tesis de maestría, que es la mutación del lector. Con la
literatura digital el lector/espectador/escucha pasivo adquiere una función
activa como co-creador (que también llamaré usuario).
En los libros no lineales
hiperdigitalizados, la obra es abierta y el lector es co-creador pues transmuta
la estructura, el sentido de la trama, el orden de los vínculos hipertextuales,
etcétera, hasta crear caminos únicos de sentido.
La
diferencia con los libros lineales, impresos o digitalizados, es que cuentan
con un relato estable y un discurso cerrado, inamovible; si la obra es cerrada,
como aclara Umberto Eco en Obra abierta (1990), el lector sólo es intérprete de
una obra en el sentido que altera los elementos que el autor plantea, con sus
preconcepciones, y visualiza las palabras en un sentido único e irrepetible, aunque
ello no lo convierte en co-creador pues no transforma la esencia inalterable
del texto.
Esta variación en la lectura
repercute a su vez en la escritura. En la
literatura digital, el autor primigenio es consciente de que su obra variará;
él es arquitecto y debe realizar los planos sobre los que se erigirá la
narración digital. Además, sus receptores son conscientes del poder creativo
que genera el formato por lo que tienen una actitud participativa, transmedial,
y colaborativa con el texto.
La importancia de este tipo de
crítica radica en acercarse a los procesos creativos
como un proceso vivo. Esta aproximación permite vislumbrar las pautas creativas
y las vertientes actuales para dilucidar cómo será la literatura en el futuro.
Si el crítico entiende los procesos creativos, las decisiones autorales y del
usuario, puede ser no sólo un guía de lectura sino de creación y vislumbrar los
cambios que se originarán en y con la escritura digital.
Creo que es
fundamental abordar este tema pues la literatura digital y las mutaciones en el
proceso creativo y lectivo, así como los alcances de la obra, seguirán
avanzando a un ritmo acelerado.
[1]En un inicio y
sin considerar las lecturas eliminadas por las reglas estructurales y a partir
de la siguiente ecuación:, el resultado preliminar es, con los
bloques disponibles, de 3,903,750,144 lecturas diferentes. Para poner este
número en perspectiva, si cada persona leyera un texto, se requeriría al 60% de
la población mundial actual para explorar el espacio de búsqueda completo. La
utilización de heurísticas permite encontrar soluciones óptimas con un número
mucho menor de lecturas.
[2] Neotipo es un libro hiperdigital-multimedial, transdisciplinario
y no lineal que se conforma a través del uso adecuado de herramientas
alternativas, a partir de soportes tecnológicos, y la conjunción de
estilo/estructura transdisciplinares. Los neotipo son libros, llamados así por
su base literaria y por tradición, digitales que permiten la vinculación entre
el lector y el dispositivo y que buscan generar una experiencia.
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